jueves, 2 de septiembre de 2010

Un crimen perfecto

El día en que descubrí que Dios era una mentira, lloré. Reviví esa tristeza que sentí cuando supe que tampoco existía Santa Claus. Intente creer de nuevo, pero una vez que descubres la verdad, no puedes negarla. Dios había muerto para mí, lo maté. No hubo sangre, no hubo gritos, pero aún así lo maté. ¿Qué dirán mis padres cuando se den cuenta? "Hijo, ¿Por qué mataste a Dios?", me preguntarán. "Lo siento, fue sin querer", les diré, pero aún así no me creerán. Dando vueltas en mi alcoba me preguntaba: ¿Cómo es que una creación suya pudo haberlo matado? Traté de rezar, pero ¿a quién engaño? Ya no tenía a nadie a quien rezarle. ¡Había matado a Dios! Por unos momentos perdí el control y me dio un ataque de risa. Me calmé y pensé: No tienen evidencia con la cual culparme, no pueden hacerme nada. Al darme cuenta de eso me tranquilicé bastante, pero después me acordé del  Papa. Mi tía dice que el Papa es la persona más cercana a Dios, incluso habla con él. ¿Qué tal si se da cuenta que Él ya no está? ¿Que tal si Dios le dijo que lo maté? El Papa me acusará y tendré a toda la gente del Vaticano detrás de mí. No puedo vivir siendo un fugitivo; todos me rechazarán por haber matado a Dios y la abuela ya no me dará los dulces tan ricos que ella prepara. ¡Oh Dios mío!, ¿Y ahora qué hago? ¡Ah! y dale con eso de Dios, ¿Cuándo aceptaré que lo maté? ...espero que nadie haya escuchado, dije, mientras me cercioraba que no hubiera nadie detrás de mí. Mientras planeaba la ruta de escapatoria escuché a mis padres subir por las escaleras hacia mi cuarto a preguntarme cómo estaba todo. Les confesé que había matado a Dios, pero se rieron de mí y solamente murmuraron: "Ja, este niño y sus ocurrencias". ¡Vaya!, pensé, fue el crimen perfecto. Desde entonces nadie ha notado la ausencia de Dios, solamente Él y yo sabemos la verdad, ¿Cierto, Dios?

JONAS FRADEST

Éste cuento se público en Notas Dispersas No. 1 Agosto -Septiembre

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